La frase "mentir daña el cerebro" es una conclusión cruda respaldada por la neurociencia, sin embargo explicarlo es mucho más complejo. La investigación parte de algo llamado "pendiente resbaladiza" de la deshonestidad, haciendo demostrando que la mentira no solo tiene un efecto en el cerebro, sino que también nos vuelve más propensos a mentir en el futuro.
Los investigadores encontraron que la amígdala, una parte del cerebro asociada con el procesamiento de las emociones, se activa cuando las personas mienten por primera vez generando una respuesta emocional negativa, como el remordimiento o la culpa, que naturalmente sería nuesteo freno natural.
Al continuar mintiendo, la respuesta de la amígdala a la deshonestidad disminuye gradualmente, como respuesta cerebro se desensibiliza, y las emociones negativas asociadas a mentir se vuelven más débiles, lo que facilita decir mentiras más grandes y frecuentes.
Mentir también exige un esfuerzo cognitivo grande que puede tener un impacto negativo en la capacidad mental. A diferencia de decir la verdad (un proceso mental directo), mentir requiere que el cerebro construya un relato inventado que suprima la verdad y mantenga la coherencia de la mentira. Esto activa intensamente la corteza prefrontal, la región responsable de la planificación, la resolución de problemas y el autocontrol.
Este esfuerzo de mantener la mentira puede afectar la memoria a corto y largo plazo en el cerebro, el cual trabaja en la gestión de la información falsa en lugar de procesar recuerdos genuinos.
En conclusión, la neurociencia no solo respalda la idea de que mentir "daña" el cerebro, sino que explica el mecanismo biológico detrás de cómo los pequeños actos de deshonestidad pueden convertirse en un patrón de comportamiento, a medida que el cerebro se adapta y se vuelve menos sensible a la mentira.
Estudio clave de la University College London y publicado en Nature Neuroscience.
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